Una gran mayoría de ciudadanos se escandalizaron el pasado 8 de abril cuando una investigación realizada por la ONG Cruelty Free International, con ayuda de una ex trabajadora del centro, reveló el sufrimiento que están experimentando cientos de animales en el laboratorio de Vivotecnia en Madrid. No es para menos, las imágenes mostradas en los videos son difíciles de soportar.

 Vivotecnia: ¿de qué nos sorprendemos?
123rf Limited©Aldar Darmaev. Macaco

Los representantes de las administraciones y de asociaciones de experimentación animal han dicho lo esperable: que esto es excepcional y que la reglamentación europea y española es muy estricta y garantiza siempre el bienestar animal.

Sería interesante conocer su definición de “bienestar”.

El paralelismo con la industria cárnico-láctea y lo que sucede en los mataderos es obvio. Los humanos nos resistimos a aceptar que no se puede matar de forma “humana” a quien no quiere morir, que no existe la tortura con compasión y que no hay ningún bienestar en estar encerrado y privado de una vida normal con tus congéneres.

Acusar a los trabajadores de Vivotecnia no es la solución

Además de las peticiones ciudadanas para que se cierre el centro, para que los animales sean llevados a santuarios y para que se depuren responsabilidades, ha habido reacciones de agresividad hacia los trabajadores de Vivotecnia por su papel en el maltrato de los animales.

La propia reglamentación en España sobre maltrato animal señala como excepciones a la norma la tauromaquia y los experimentos en laboratorios

Desgraciadamente, acusar a los trabajadores solo sirve para distraer la atención del verdadero origen del problema. Cierto, todos tenemos una responsabilidad individual. Pero también somos todos productos de una sociedad especista que ha normalizado la cosificación e instrumentalización de seres vivos. Y que además, en el caso de la experimentación con fines “científicos”, lo justifica “por el bien de la humanidad” y lo edulcora con leyes y reglamentos que quedan muy vistosos en el papel, pero que todo el mundo sabe que no se cumplen. De hecho, la propia reglamentación en España sobre maltrato animal señala como excepciones a la norma la tauromaquia y los experimentos en laboratorios. Es decir, el mismo acto cometido en un lugar es un delito y en otro es un experimento legal. ¿Puede haber mayor incoherencia?

El caso de Vivotecnia no es una excepción

No nos engañemos, lo que ha estado pasando en Vivotecnia no ha sido una excepción. Lo que es excepcional ha sido hacerlo público.

La ONG explica y muestra que se ejercen actos deliberados de crueldad gratuita hacia los animales, incluidos golpes y sacudidas. Burlas por parte de los trabajadores a las crueles pruebas a las que se someten los animales. Técnicas espantosas y malas prácticas que infligen un sufrimiento y una muerte aún mayor, incluida la falta de anestesia o la anestesia inadecuada… (La Vanguardia, 09/04/2021).

No nos engañemos, lo que ha estado pasando en Vivotecnia no ha sido una excepción. Lo que es excepcional ha sido hacerlo público

Cuando tienes que torturar y matar a un ser sintiente, la única forma de hacerlo sin volverte loco es despojando antes a ese ser de su cualidad de ser vivo y sintiente. Solo cuando cosificamos a un animal, podemos justificar el daño que le infligimos. Las bromas y los actos de crueldad “gratuita” (¿hay alguna forma de crueldad que no sea gratuita?) que describen los medios no son sino la forma de reforzar este acto de despersonalización e instrumentalización, y de buscar la complicidad y el apoyo del grupo. Es que si no lo hacen así, si no se insensibilizan, si no hacen peña con los compañeros, se morirían ellos mismos de dolor. Es que no hay quien lo aguante.

“Pero se pueden hacer las pruebas sin causarles sufrimiento y mostrando compasión”

¿De verdad? Trata tú de hacerlo.  No podrás. Una vez que ese animal te haya mirado a los ojos, te tendrás que enfrentar a tu propia disonancia cognitiva. Tendrás que admitir que estás causando dolor y sufrimiento y privando de bienestar a un ser que experimenta el dolor exactamente como nosotros. Por eso, los investigadores que diseñan y justifican los experimentos, no digamos los comités de “ética” que los aprueban, rara vez están a pie de jaula con los animales: contratan a otros para que lo hagan. Igual que nosotros contratamos al matarife para que mate al animal que nos vamos a comer.

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La cosificación

La cosificación no es algo nuevo: los humanos la hemos practicado desde tiempos inmemoriales y esto es lo que nos ha permitido alcanzar la máxima expresión de crueldad de entre todas las especies que habitan el planeta. Los nazis arrebataron a los judíos la condición de seres humanos – y a continuación fueron capaces de torturarlos y de gasearlos por millones. ¡Si no eran personas! Los hombres han despojado de alma a las mujeres durante siglos y siguen haciéndolo en muchas partes del mundo – esto permitió el establecimiento del patriarcado como sistema social. Los blancos infantilizamos a los negros y los clasificamos en subhumanos – y así justificamos y practicamos la esclavitud. Y podríamos seguir.

Lo que el episodio de Vivotecnia debe hacernos replantear es la justificación en sí misma de la experimentación animal. Porque mientras esta exista, no nos engañemos, estos actos seguirán ocurriendo y solo un porcentaje de ellos saldrán a la luz. No nos sorprendamos, no nos escandalicemos cuando esto vuelva a ocurrir. Ya lo sabemos.

La experimentación animal a lo largo del tiempo

La experimentación con animales se le ha vendido siempre a la sociedad como una disyuntiva inapelable: o ellos o nosotros. O experimentamos con animales o adiós a los antibióticos, a las vacunas y a los tratamientos para el cáncer.

Pero esto es una falacia construida sobre una mentira que sostiene que la experimentación con animales es la forma más segura y eficiente de saber qué medicamentos pueden ser curativos para los humanos. En el momento actual, más de 115 millones de animales (que sepamos) son usados cada año en laboratorios de todo el mundo. Pero como bien explica la neuróloga Aysha Akhtar en su trabajo “The flaws and human harms of animal experimentation” (Camb Q Healthc Ethics. 2015;24(4):407-419), cada vez hay más evidencia de que los resultados obtenidos en animales no pueden extrapolarse directamente a los humanos. Esto quiere decir que aunque un fármaco parezca ser efectivo contra una enfermedad en monos y en perros, esto no asegura que lo vaya a ser en personas. Solo cuando se pruebe en humanos sabremos si es efectivo en humanos. Entonces ¿de qué ha servido hacer el experimento previo en animales? No solo no ha servido para nada útil, sino que además: 1) ha retrasado el estudio en humanos; 2) si el fármaco finalmente no tiene efecto en humanos (como sucede en un 90% de los casos) será una doble pérdida de tiempo, de recursos y de vidas humanas; 3) si el fármaco se descarta porque no es efectivo en animales nunca podremos saber si lo habría sido en humanos, y este coste de oportunidad también cuesta vidas humanas.

Alternativas

Hay varios centros de investigación en Europa y Estados Unidos que llevan años desarrollando alternativas a los experimentos con animales, con resultados muy positivos. Estas alternativas no solo son más éticas, es que son más eficientes y más seguras para los propios humanos. Pero estos centros cuentan con un presupuesto infinitesimal comparado con el dinero que mueve la industria de la experimentación animal. Solo cuando la sociedad exija dejar de financiar experimentos en animales e invertir en el desarrollo de estas nuevas técnicas podremos estar seguros de que las escenas de Vivotecnia no se volverán a repetir.

Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra

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